Umberto Amaya Luzardo - Las valientes también me gustan

06.04.2014 15:19

Todo lo que pasó lo sabes mejor que yo, que lo escuché en la versión de un niño que estaba ayudándole a su papá a limpiar un solar, que lo oyó en su casa en boca de una vecina, que se lo contó la novia de un policía, que lo escuchó en el velorio del guardián. Y también lo sé por la versión de la doña que le plancha la ropa a un doctor y lo que contó también la mujer de un preso, y lo que escuchó la muchacha que trabaja de mesera en un restaurante, y las muchachitas que venden gelatina de pata de res, lo que salió por televisión, lo que dijo el cerdo vomitivo por el micrófono, lo que contaron después de lavar los baños las aseadoras de la gobernación y la alcaldía, la versión de las cocineras que trabajan en las casas de los duros y los comentarios de los ordeñadores, de los jugadores de billar y de los compradores de chance y lotería. Lo tuyo fue el plato fuerte en la mesa de todos los hogares, como si todos a un mismo tiempo se hubieran leído un libro extraordinario y emocionados, lo estuvieran comentando.

Porque del presidente pa’abajo, todo el mundo dijo que esa vaina estaba amarrada y más si había pasado aquí en Arauca donde somos los más buenas sogas. Y es verdad, somos tan buenas sogas que no quedaron registros de nada, habían quitado las cámaras de seguridad de la cárcel para hacerles mantenimiento. Y cómo no va a ser verdad lo que dice el presidente, si aquí amarramos contratos y reinados, amarramos la poesía en rima y en glosa para ayudar a los amigos que están jodidos y desde los hijos del presidente pa’abajo, todos somos buena soga; pero yo digo que tú, eres la mejor de todos, porque lo tuyo fue de un solo lazo.

Y en la voz del pueblo supe, que con una pistola en cada mano te metiste a la cárcel y con mucha maña Juanita alimaña, encañonaste a los guardias y con la mano izquierda hiciste cuatro disparos. Los dos primeros se los pegaste en el pecho a uno de los guardianes, disparaste de nuevo y le diste a otro guardián en el oído, y el cuarto tiro le tocó al perro que tienen en la cárcel para oler a las personas y a los paquetes que entran. El perro se puso de gruñón y tú con tu brujería lo mandaste a la tumba fría. Con la mano derecha tenías amenazados a los otros seis guardianes y sacaste a Pablito Arauca, el jefe militar de los Elenos (“un elemento tan peligroso como el Mono Jojoy” –dijo el ministro de la defensa el día de su captura). Sacaste a Pablito que estaba esposado, lo encaramaste en una moto y sales como el viento en tu disparada, y aunque muchos vieron nadie ha visto nada y la libertad fue su camino, no sin antes invitar a que se escapara también a un guajibo compañero de prisión: –No, yo no me voy porque me sale más largo el canazo –dijo Pedrito Navaja y agregó: –Yo ya casi cumplo la condena. Y mientras tú salías con el prófugo, dos compañeros que venían en bicicleta te cubrían la retirada, uno disparando a la puerta de la cárcel y el otro disparando a la torre. Pasó una camioneta y con la tranquilidad del mundo subieron las bicicletas, se encaramaron ellos, y arrancaron rumbo a Matecandela, la guajibera que queda allá arriba en la orilla del río, zumbando hacia arriba manotadas de billetes de veinte mil que parecían enjambres de mariposas azules con su vuelo impreciso hacia ninguna parte, demorando así su caída al pavimento, y la gente en la necesidad del billete, y maravillados en la emoción de la plata fácil, se tiraban a la calle a recogerlos como si fuera maná que caía del cielo, obstaculizando con sus cuerpos la persecución de la policía.

–Locutor loco, una vez más por tu emisora dedícales a los presos la canción de Fruko y sus tesos: Oye Manyoma, te hablo desde la prisión, para mí no existe el cielo, ni luna ni estrella. Que cuando un canero se da el ancho, en la cárcel hay formación, relación y Pesadilla con Tambor: Chacón, Cerón, Rendón, Leguizamón, Angulo, Romúlo cuartel del culo. Pero también, si alguien que ha perdido toda esperanza y en acto maravilloso se convierte en papillón, hay emoción y admiración, porque si te desanimas cuando estás en aprietos no es mucha la fuerza que tienes y porque el guardián muerto es el riesgo que se corre al escoger ese oficio como su profesión. Tú también corriste riesgos, ahí nadie estaba jugando, cada quién estaba haciendo su trabajo, ellos, cuidando al man y tú, rescatándolo. “Nunca seas policía, son presos de una profesión sin humor, ternura, ni gracia, mejor sé marinero, que es oficio de libertarios” –decía la abuela.

Pero tú lo mataste, y lo mataste sin tenerle rabia y en los barrios periféricos la gente te defendía, alegando que Bolívar mató muchísimos más por todos los caminos que van de Venezuela a Bolivia y sin embargo el parque de todo pueblo se llama Simón Bolívar y en el parque principal de todo pueblo hay una estatua de Bolívar que insultando a las leyes de la escultura está el caballo parado en dos patas como cuando el héroe que representa es herido y muerto en la batalla y lo montan fundido en bronce “para que idolatréis el becerro de bronce”, el caballo levantando una pata como cuando el personaje en cuestión es herido en combate y a consecuencia de esa herida muere después; y otros más hijueputas todavía, esculpen a Bolívar desnudo encima de un caballo que va volando sin tener alas. 

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