Umberto Amaya Luzardo - Las valientes también me gustan

06.04.2014 15:20

Por la manera de hacerle fuerza a los presos ya te habrás dado cuenta que yo también fui bodeguero, lo que no me avergüenza porque en la cárcel aprendí a tocar cuatro y adquirí un vicio peor que el de meterme a internet: la lectura. Y mientras los otros presos levantaban pesas o jugaban ajedrez, yo leía las biografías de los artistas; pero no la de los artistas de cine sino de los otros, los pintores, los escultores, los escritores, los poetas, los músicos y la vida de los sabios, también a uno que otro humanista vivencial como Florence Nigthingale y Albert Schweitzer, llegando a la conclusión que todos por igual, comieron mierda. Todos menos Da Vinci el que pintó el cuadro de la Monalisa, un cuadro opaco y triste al que ni siquiera le puso amarillo que es el color de Dios, que hizo el sol amarillo para que con su luz nos alumbrara. Un cuadro que lo único que tiene de valioso es la placa de metal donde dice: Leonardo da Vinci 1452-1519, que si a cambio de eso, tuviera en la placa el nombre de cualquier pintor local, el cuadro no valdría treinta mil pesos. Y como le faltó comer mierda, Da Vinci nunca consideró a Miguel Ángel artista porque hacía su trabajo con un martillo y un cincel –herramientas de obrero– decía, y a pesar de eso las esculturas de Miguel Ángel, siendo hechas en mármol blanco dan la impresión que las venas fueran azules y siente uno como si latiera la sangre dentro de ellas, porque utilizó como modelos a los trabajadores de las canteras, hombres fibrosos de tanto partir piedras con un mazo. Pero con todo lo bueno y de haberle trabajado al papa y de haber pintado la capilla Sixtina y de ser amigo de los Médicis, no se salvó de llevar una existencia llena de deudas.

Por eso cuando entendí que ser artista equivale a comer mierda, trabajes mucho o trabajes poco, me dediqué a no hacer ná, a vivir con un libro frente a los ojos, y cuando se me acaba me meto a internet y frente a la pantalla duro horas interminables buscando datos en Google y comunicándome con mis amigas, como lo estoy haciendo en este momento contigo. No quiere decir esto, que coma de balde, ni que viva pendiente de la mesa de los demás sino que entendí claramente que Dios no manda boca sin pan, y entonces con poco me basto y me basto con menos, con un vaso de agua y un pedazo de pan moreno. Y con apenas dos camisas y un solo pantalón, me abandoné a la providencia y me convertí en un desocupado más que vendió sus cadenas a los regaladores de sudores y tragadores de palabras.

La juma de ayer ya se me pasó y hoy nos importan un bledo los artistas arruinados y los escultores analfabetos que montan a Bolívar en un caballo que si les cortan tres patas quedan peleando con una (bien bueno fuera así, que la papa viniera pelada). Que en el tiempo de Bolívar el pueblo apoyaba la gesta libertadora y los ganaderos lo respaldaban, y lo mismo pasó en los tiempos de Guadalupe Salcedo, que todos los llaneros simpatizábamos con la revolución, pero hoy la veo gris, el pueblo todo está en la juega por el billete y tú también, cosa que no te quita lo valiente, y por eso mi interés por ti, que te ganaste mi aprecio, porque mujeres así de resueltas yo no había mirado.

De mujeres guapas solo sabemos de las doscientas que al mando de Barreiro fueron derrotadas en el puente de Boyacá cuando se enfrentaron al ejército libertador, que también venía vestido con ropas femeninas. Mujeres guapas, todas ellas indias chibchas, que pelearon no tanto para defender al rey porque nadie dependía del gobierno sino porque sus maridos estaban muertos o heridos. Eran guerras de travestis, igual que ahora, que vestimos nuestras mujeres de soldados.

En la Revolución de los llanos, el ejército tenía rodeado a Guadalupe Salcedo y una muchacha fue la única que se atrevió a darle el aviso; se metió una carta en el ruedo del camisón y cuando el ejército la sorprendió cruzando el puente de La Cabuya, ella para salvarse, se tiró desde el puente al arroyo y le llevó la carta.

¿Te acuerdas de Osana? Osama no, ni Obama tampoco, te hablo de Osana, la bella muchacha que ganó en Puerto Rico la corona de Miss Universo y que es una mezcla de juventud, política, belleza, leyes, represión y guerra. Veintidós años, novia de Vladimir Vladimirovich Putin presidente de Rusia, abogada, teniente de la policía, experta en artes marciales y cuyo deporte favorito es el tiro. Quiero recordarte con esto, que por aquí ya hay llaneras como Osana y como tú, que andan en cosas diferentes a barrer el patio, a amasar celulitis y a buscar la muchachita para completar la parejita.

Mi abuela por ejemplo, que cuando mataron al abuelo en la batalla de Guasdualito, viuda aquí en Arauca, un tipo que cenó con caldo de pescado se fue a las dos de la mañana, tumbó la tranca y se le metió al cuarto a forzarla. Forzarla es la palabra llanera para decir que se metió a violarla, entonces mi abuela cogió una escopeta de dos cañones “una morocha” y le dijo: –Un paso más y le disparo. –Tranquila mi amor, deja la bulla, que es la pura puntica –le respondió el otro, dio el paso adelante desabotonándose la bragueta y mi abuela sin pensarlo mucho apretó el gatillo, sonó el disparo y del cuarto sacaron al tragador de pescado con una espina de plomo atravesada en el pecho. De eso se murió y para vergüenza de las rezanderas y risas de las muchachas, lo velaron con la bragueta abierta. Por eso, el día que le preñaron una hija que no era mi mamá, esperó cuatro meses, cogió de nuevo la morocha se fue a la casa del preñador y lo llevó encañonado hasta la iglesia para que respondiera por la muchacha y la barriga. Lo casó a las malas y de regalo de bodas les entregó la escopeta.

Puedo contarte también la historia de una amiga, muy valiente la caraja, que después de un año de estar encorvándome encima de ella, un día le mostré las fotos que poco a poco había ido amontonando de Carlos El Chacal y le dije: “Mira es igualito a ti” –y me respondió con su sonrisa de Monna Lissa: “Sí, es que él, es mi hermano”.

Página 1 - 2 - 3 - 4

Volver a Creación